Las mujeres participamos menos del poder político que los hombres. Apenas somos el 22% en los parlamentos del mundo, el 0,5% de los jefes de gobierno y el 20% de los ministros. En la Argentina, solo excepcionalmente llegamos a cargos ejecutivos como la presidencia, las gobernaciones y las intendencias, y somos minoría entre los legisladores y los jueces. También somos pocas en las conducciones de los partidos políticos y en las listas de candidatos.

Por un lado, hay una desigualdad de derechos y oportunidades: aunque algunas mujeres logran superar los obstáculos y los prejuicios y acceder a posiciones de poder, las mujeres como colectivo ocupamos una posición subordinada en la vida política. Por otro, el perjuicio no es solo para las mujeres: mientras permanecemos excluidas, la política y las políticas públicas quedan privadas de nuestros talentos y contribuciones.

La evidencia es cada vez mayor: las mujeres mejoramos la democracia porque nuestra forma de hacer política y nuestras prioridades de política son distintas a las de los hombres. Diferentes estudios empíricos muestran que al aumentar nuestra presencia en posiciones de poder, la política se vuelve más sensible a las necesidades de la población; los partidos dialogan y cooperan más; las divisiones étnicas, religiosas y lingüísticas se atenúan y la paz se vuelve más duradera.

En países tan distintos como Rusia, el Reino Unido, Ruanda o la Argentina, las legisladoras se destacan por colaborar más allá de sus partidos para empujar legislación que busca proteger y beneficiar a las familias con hijos, reducir la brecha salarial entre hombres y mujeres, garantizar la salud alimentaria o prevenir la violencia doméstica y contener a sus víctimas. Tiffany Barnes muestra que las legisladoras provinciales en la Argentina colaboran entre sí más que los hombres porque es la estrategia que encontraron para incidir en las decisiones de política a pesar de ser sistemáticamente excluidas de los puestos de autoridad en las cámaras, los bloques y las comisiones.

También hay evidencia de que las mujeres tenemos distintas prioridades de política que los hombres. En la India, la presencia de mujeres en la presidencia de los concejos locales aumentó la inversión en agua potable, la calidad de los caminos y el acceso de las niñas a la educación. Entre los países de la OCDE, la mayor presencia de mujeres en el Parlamento hizo que la inversión en educación aumentara en relación con el PBI. Varios estudios detectan que, sin importar el país, las legisladoras en general tienen la cobertura de salud como tema prioritario en sus agendas. En la Argentina, las legisladoras producen el 80% de los proyectos de ley relacionados con los derechos de las mujeres.

Incluso, contra el remanido argumento de que la obligación de incluirnos en las listas va en contra de la selección por mérito, hay evidencia de que las cuotas ayudan a renovar y mejorar los liderazgos.

Un estudio reciente muestra cómo en el Partido Socialdemócrata Sueco la adopción de la paridad mejoró los procesos de selección de candidatos. La idea es la siguiente: los líderes partidarios mediocres eligen seguidores mediocres que no amenazan sus expectativas de permanecer en el poder. Es un arreglo cómodo y estable, pero las cuotas o la paridad lo ponen en crisis. Los hombres tienen que competir por los lugares que quedan y de esa contienda, surgen líderes más competentes, que no se sienten amenazados y seleccionan a los mejores hombres y mujeres para las listas. Estos nuevos líderes obtienen mejores resultados electorales y así los líderes mediocres renuncian o son reemplazados. Al abrir oportunidades para mujeres capaces, la paridad hizo que los hombres que estaban en las listas solo por ser hombres quedaran excluidos y mejoró la calidad de todos los candidatos en general, hombres y mujeres.

La igual representación de hombres y mujeres en la política no es un problema ni una reivindicación de las mujeres, sino una necesidad de la democracia y un instrumento para el desarrollo inclusivo y sostenible. En la Argentina estamos avanzando en esa dirección: el año pasado la provincia de Buenos Aires aplicó por primera vez su ley de paridad. Un estudio del Cippec muestra que la reforma aumentó la presencia de mujeres del 25 al 35% en la Legislatura provincial y del 33 al 40% en los concejos deliberantes. En 2019 se estrenará la ley de paridad nacional. La política está cambiando para mejor.

Fuente

Comparte esta información en tus redes